domingo, 9 de junio de 2019

Cómo aprovechar las vacaciones y el tiempo de ocio para mejorar los aprendizajes



“Toda habilidad que no se practique durante tres meses, se deteriorará. Aquella habilidad que cultivemos, se desarrollará.
 
¿Vacaciones escolares? Con ellas llegan las ganas de descansar: de los deberes, exámenes, madrugones y rígidos horarios. El descanso es imprescindible y necesario para nuestros hijos y, también, para el resto de la familia. Pero, ¿debemos hacer vacaciones de los aprendizajes? Rotundamente: NO. Debemos descansar, todos, de deberes y exámenes, pero no de aprender viviendo y de relacionar las acciones cotidianas, o no tan cotidianas, de nuestra vida con lo que ellos aprenden en la escuela. También es tiempo de buscar aquellas actividades que puedan enriquecer sus experiencias: sensoriales, emocionales, afectivas, sociales y culturales.

Nuestros hijos necesitan descansar, cambiar de ritmo y recuperar las ganas de volver a la escuela. Es fundamental que tengan tiempo para jugar, hacer ejercicio, relacionarse, hacer lo que les apetezca y de poder llegar a aburrirse, para hacer cosas distintas. Deben mantenerse conectados con las actividades que deberían acompañarlos toda la vida: cultivar y mantener el necesario estímulo de la lectura, la curiosidad, la creatividad y las ganas de saberlo todo. Las vacaciones y el tiempo de ocio son una gran oportunidad de conectar con la vida y de practicar lo que han aprendido durante el curso

Desconectarse del todo es un riesgo
 
El descanso escolar es también una época de riesgos, especialmente para los aprendizajes. La falta de pràctica supone pérdida de habilidades, especialmente en matemáticas y, también, en lectura. 100 años de datos acumulados en el sistema educativo americano nos permiten corroborar lo que todos los docentes  comprueban después de cada verano o período vacacional: se producen pérdidas en los avances conseguidos durante el curso. Pero no es así en todos los casos, ¿qué explica estas diferencias entre alumnos?

En algunas familias, los largos períodos estivales, más relajados de obligaciones, pueden ser una oportunidad para poner en práctica lo aprendido, trasladándolo a la vida, con la ayuda de la familia. Las familias que cultivan y estimulan la lectura, refuerzan cálculos matemáticos, hacen proyectos con sus hijos que implican muchas habilidades (como diseñar y desarrollar un nuevo jardín en casa) favorecen que no solo no pierdan aprendizajes, si no que vuelvan a la escuela en forma mental, con algunas ganancias respecto al resto. Estas ganancias, acumuladas verano a verano y espacio familiar enriquecido a espacio familiar estimulante, explican que con el paso de los años los alumnos se vayan distanciando, hasta llegar a la secundaria con acusadas diferencias difíciles de remontar. 


La propuesta que explico en esta entrada está lejos de ser aburrida y tediosa. No es un alegato de los cuadernos de verano ni una llamada a no hacer nada de forma voluntaria: es una llamada a interesarse por lo que les rodea, a conectarlo con lo que han aprendido, a despertar interés por nuevos aprendizajes y, eso: es un alegato total y entregado al cultivo de la lectura por placer.   



La evidencia científica de que disponemos respecto a los aprendizajes en verano es contundente: durante las vacaciones estivales nuestros hijos pueden perder hasta tres meses de los aprendizajes adquiridos durante el curso en lectura y matemáticas. Lo más dramático de esta situación es que las pérdidas estivales se acumulan con el paso de los años. Ello supone que con el paso de un curso, tras otro curso, haya alumnos que vayan mejorando cada vez más y otros que se van rezagando. Cuando se dan estos extremos, la diferencia entre dos niños o niñas que comenzaron en un similar nivel de competencia al inicio de la etapa escolar, pueden llegar a una diferencia de hasta cuatro años de aprendizajes al finalizar la secundaria. Esta situación explica parte del fracaso escolar relacionado, sobre todo, con el nivel socioeconómico de la familia.


Pero fijémonos en los detalles importantes: mientras unos niños y niñas pierden aprendizajes por falta de uso, otros los mantienen y algunos, incluso, mejoran sus competencias. ¿Dónde se encuentran las diferencias? ¿Qué podemos hacer desde casa para mejorar los aprendizajes?

Oportunidades para quienes conectan la vida y los aprendizajes y cultivan la lectura por placer

Os daré algunas pistas que pueden ayudaros a pasar un magnífico y divertido verano, permitiendo que estén de vacaciones escolares, pero sin dejar de practicar aprendizajes básicos que requieren repetición: como leer, calcular y escribir. Lo mejor de todo: está al alcance de todo el mundo.

1.   Leer. Si vuestros hijos e hijas leen un mínimo de SEIS LIBROS durante el verano, no solo no perderán competencias lectoras, si no que las ganarán. 

2.   Leer por placer. La lectura no debe ser ni convertirse en una obligación. El objetivo es el de conseguir que nuestros hijos lean por placer. Este proceso debería comenzar desde los primeros momentos de su vida de forma gozosa, cálida y emotiva. Con el paso del tiempo, lo único que deberíamos hacer es cultivar este íntimo vínculo de nuestros hijos con la lectura, manteniendo rutinas de lectura saludables. Si aún no hemos conseguido este objetivo, podemos aplicarnos bien para conseguir que la lectura se convierta en algo placentero y satisfactorio. No dejéis de reforzar la lectura. Hay maneras que ayudan a convertirla en un placer: leer lo que les guste o que les leamos nosotr@s, entre otras estrategias.

3.   Escribir. No solo se pierde competencia lectora, también se pierde la fluidez para escribir. Por tanto, debemos multiplicar en casa las oportunidades para que nuestros hijos escriban, tomen notas, se comuniquen a través de la escritura, den valor a los mensajes escritos, creen literatura, personajes, historias. El reto se encuentra en las diversas formas y estrategias que podemos utilizar para que nuestros hijos e hijas escriban mucho y bien y den valor a una buena competencia a la hora de escribir. Ejemplos: hacer listas de la compra, organizar un evento, tener un diario de verano divertido o chiflado, escribir canciones...

 4.   Calcular. Las matemáticas deben estar presentes a diario en nuestra vida cotidiana. Debemos resaltar todas las relaciones que seamos capaces de percibir entre la vida y los conocimientos, en este caso, matemáticos. Deberemos sumar, repartir, multiplicar, calcular porcentajes, medir (distancias, espacios, volúmenes), estimar, predecir, presupuestar. Cuando los padres damos valor a algo, los hijos acaban dando valor a lo mismo. Ejemplos: comprar, hacer presupuesto de una fiesta, hacer una receta, ...

5. Conectar . Hemos de procurar conectar los aprendizajes que han hecho -o deberían haber hecho- a lo largo del curso: ciencia y tecnología, literatura, historia, medio social, artes, ... Si en nuestra vida cotidiana no se encuentra aquello que es necesario reforzar, refrescar o profundizar, vayamos a buscarlo. Al campo, a un museo, a casa de los abuelos,… Ejemplos: hablar de la guerra civil, observar la polinización, hablar del efecto de la lluvia y cómo se produce, clasificar las nubes... todo tiene valor como fuente de aprendizaje.

6. Hacerse preguntas. Constantemente.  No dejemos de hacernos preguntas, de buscar el orígen, de encontrar los por qués. Para ello, los teléfonos inteligentes son una gran ayuda: buscad en internet aquellas explicaciones que estamos necesitando, vídeos, artículos, wikipedia... No necesitamos saberlo todo, solo necesitamos saber buscar las explicaciones o las respuestas y ser capaces de elaborarlas con nuestros hijos, de analizar aquello que hemos encontrado. 

7.   Crear. La creatividad es el gran recurso que nuestros hijos deben tener bien desarrollado para poder responder a los retos, siempre nuevos, de la vida. Para ello, contamos con el recurso de las artes, la técnica aplicada, la ciencia como guía.


Muy importante

No debemos estresar ni obligar. Las actividades que hagamos han de hacerse de forma cotidiana. Evitar la ansiedad, que puede provocar temor y evitar presionar, que puede provocar justo lo contrario de lo que deseamos: rechazo. Si queremos que algo suceda, hemos de provocar situaciones emocionantes, chocantes, sorprendentes. Se trata de crear tiempos y espacios para que sucedan las cosas, de forma natural y conectada. Podemos incorporar a la vida diaria familiar tiempos y espacios dedicados a la lectura, a la escritura, la creación, la investigación, los experimentos, … 

Para facilitar que los intereses se desarrollen, podemos reforzarlos: con el hábito diario, con el reconocimiento de lo que es adecuado, diciendo claramente qué esperamos de ellos y facilitando los recursos prácticos para que ello suceda. 

Como orientación, cada familia podría analizar sus hábitos y costumbres y localizar en ellos los conocimientos y habilidades que pueden fomentar en sus hijos, si no lo está haciendo ya. Como pista, las compras y la cocina contienen prácticamente todos los conocimientos que nuestros hijos necesitan mantener en orden: leer, calcular, medir, pesar, presupuestar, orden y limpieza, prevención de riesgos, etc.




La idea principal sería: implicarlos en nuestra vida y en nuestras actividades y diseñar actividades y ocio que les pueda beneficiar en todos los sentidos. Leed juntos. Planead juntos. Organizar juntos. Comprar juntos: y reforzad todo aquello que valga la pena.  

Charla de ampliación sobre el tema: “Cómo aprovechar las vacaciones y el tiempo de ocio para mejorar los aprendizajes”. 

Propuesta de actividades

7 experimentos caseros con alimentos. Procedentes de la recopilación, con explicaciones, hecha por Miguel Angel Lurueña, blog "Gominolas de petróleo". 



ANEXO
 
Reforzadores peligrosos, A EVITAR.


El peligro de reforzar a nuestros hijos e hijas de forma inadecuada

La televisión y las pantanllas no deberían ser ni un premio ni un castigo. Utilizar como reforzadores o recompensas aquellos elementos que no deseamos que ocupen más tiempo del adecuado, hace que se conviertan en objeto de deseo y más valor por parte de nuestros hijos. Tampoco deberíamos castigar con ella, pues entonces aumentamos su valor ante nuestros hijos.

La comida no debe ser un reforzador. Comemos para alimentarnos. Si premiamos con comida, su relación con ella -en el futuro- puede ser adictiva o una salida a las dificultades y frustraciones o un recurso para calmar la ansiedad. Hemos de proteger y desarrollar un vínculo sano con la comida. Si premiamos con ella (caramelos, zumos, salir a comer hamburguesas porque todo ha ido bien... reforzaremos emocionalmente productos que no son ni recomendables ni saludables).

El amor es un reforzador peligroso. De la misma manera que la comida no debería ser un reforzador, tampoco debe serlo nuestro amor y afecto. Premiar con amor supone que éste se da o se quita de forma arbitraria o en función de si son “buenos chicos” o “malos chicos”. Nuestros hijos deben poder crecer seguros, sabiendo que el amor de sus padres y familiares es incondicional. Dar y quitar amor es como cortar el suministro del aire vital, la seguridad básica.  

“No debemos reforzar las conductas y actitudes de nuestros hijos ni con amor, ni con televisión o pantallas, ni con comida: pueden ser peligrosos reforzadores.”


En definitiva, el verano, las vacaciones, los días de ocio, los espacios de relax que compartimos con nuestros hijos, son una magnífica oportunidad. Es un tiempo que permite volver a estrechar lazos. Es un tiempo que nos da la oportunidad de encontrar momentos de conexión. Es un tiempo que nos permite atesorar recuerdos para el viaje de la vida: el nuestro y, sobre todo, el suyo. Para vivir fuertes y seguros, para conquistar la felicidad, la seguridad personal y la autoestima nuestros hijos necesitan un pasado fuerte y sólido. Lleno de buenos momentos e interpretaciones positivas de la realidad que vivimos con ellos. 

Estás escribiendo -en este presente- el pasado de tus hijos: aquel que tendrá un poderoso impacto en toda su vida futura.  Procura escribir con letras de amor y de oro. Y que ese escrito de su pasado, que anotas en el día a día, contenga mensajes poderosos y positivos hacia las relaciones saludables, la lectura, el afán de conocimiento, el adecuado cuidado y respeto de su cuerpo, el deseo de aprender y la esperanza en un buen futuro, que encontrarán o podrán cultivar. 

¡Disfrutad de cada momento, de las pequeñas cosas que os esperan a su lado!

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