
“Toda la televisión es educativa. Simplemente es cuestión de saber qué es lo que enseña.” Dr. Dimitri Christakis
Los efectos negativos de la televisión educativa, antes de los dos años, son mucho mayores que los posibles efectos positivos . No existen evidencias de que los programas educativos para niños menores de dos años sean positivos, todo lo contrario. En investigaciones llevadas a cabo por el Dr. Dimitris Christiakis, los niños y niñas que habían sido expuestos a vídeos educativos tipo Baby Einstein, registraron menor vocabulario que aquellos que no habían sido expuestos. Cuando nuestros hijos han superado la franja de los dos años, podemos introducir televisión y medios interactivos, pero no cualesquiera y con cualquier condición. Es entonces cuando se recomiendan unos programas y no otros. Programas de televisión educativos sí: a partir de los dos años. A partir de esa edad el tiempo máximo recomendado son 30 minutos diarios. Debemos cuestionar la publicidad que hacen algunos medios audiovisuales sobre la mejora del lenguaje y los procesos cognitivos de nuestros hijos pequeños mediante los medios audiovisuales educativos. Lo mejor para un bebé es la interacción humana y los juegos, como por ejemplo, los de construcción. Si nuestros bebés han visto o ven mucha televisión, ¿les hemos hecho un daño irreparable? Si han visto mucha televisión, lo fundamental en este caso es el valor de la interacción mantenida con él o ella el resto del tiempo. Depende del tiempo que hayamos pasado jugando y hablando con los pequeños.
Efectos de la televisión en la atención infantil. Como bien sabemos, los problemas de atención en los niños tienen graves consecuencias en los aprendizajes, mucho mayores que la hiperactividad. Los niños que han sido expuestos a tres horas de televisión diaria, frente a los que no han visto nada de televisión, tienen un 30% más de probabilidades de tener problemas de atención a los 7 años. Según los resultados de un estudio realizado en Seattle que siguió la evolución de 2500 niños, por cada hora/día de televisión que los menores de 36 meses vieron a lo largo de vida, aumentaron sus problemas de atención a los 7 años casi un 10%. También era más probable que aumentaran sus problemas de impulsividad e inquietud.
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Excesiva velocidad de las imágenes |

La televisión durante las comidas. Es especialmente preocupante y perjudicial la presencia de la televisión durante las comidas: un invitado que acapara la atención de todos y minimiza la comunicación y la expresión emocional. Otro gran problema de la exposición a la televisión durante las comidas es su elevado poder de adicción: comida y buena compañía aderezan y aumentan su valor. Ver la televisión mientras comemos incide en la ingesta de calorías. Mientras no estamos atentos de lo que ingerimos, al estar atentos a los programas, la ingesta de calorías llega a aumentar hasta un 50%, sin apenas percibirlo.

La televisión como sonido de fondo es desaconsejable. Aunque nuestros pequeños no entiendan lo que sucede, los padres y familiares sí están atentos a lo que dice la televisión, atrayendo su atención a cuestiones que no son más importantes que la atención, crianza y educación de sus pequeños. Los niños necesitan mucha estimulación para desarrollar al máximo su potencial y la televisión resta estimulación.
Ver la televisión frente a leer. Si comparamos el tiempo que pasamos viendo un programa de televisión, aún el más rico lingüísticamente hablando, y el mismo tiempo leyendo, la diferencia es fundamental: cuando leemos estamos en contacto con el doble de palabras que a través de la televisión e incluso una conversación. Este es otro motivo por el que debemos limitar el tiempo de pantallas.
Si los niños ven televisión no hacen otras cosas que son más beneficiosas para ellos. Pasar más de una hora ante la pantalla resta tiempo a jugar, saltar, moverse, hablar, crear, pintar, hacer los deberes, cantar o interactuar con sus padres o cuidadores. Cuando se estructura el tiempo de los niños para garantizar que el reparto sea equilibrado y respete sus necesidades e intereses, una de las primeras acciones obvias que debemos llevar a cabo es limitar el tiempo de pantallas. Si respetamos sus necesidades más fundamentales y atendemos aquello que debe ser atendido, no queda prácticamente tiempo para ver la televisión. Aquellos hogares en los que los niños dedican mucho tiempo a la televisión u otras pantallas están dejando de hacer aquello que más les beneficia: jugar, hacer ejercício físico, interaccionar con sus personas queridas, hacer los deberes y estudiar, leer, hacer actividades diversas (pintar, tocar un instrumento, bailar, cantar), participar e implicarse en la vida social de su población, hacer tareas en casa, colaborar con su familia, hablar con sus padres todos los días de forma íntima,... El tiempo de juego no estructurado es mucho más valioso que la exposición a cualquier estímulo audiovisual.
El desarrollo cerebral del bebé. Los bebés nacen con un cerebro que no está completamente desarrollado. Para que pudiera madurar tal y como necesitaría, la gestación debería durar 18 meses. Pero dadas las características de la pelvis femenina, los bebés nacen deben nacer inmaduros, a los 9 meses. Por ello, durante los dos primeros años de vida, el cerebro triplica su peso y densifica sus conexiones neuronales. Pasa de 333 gramos a pesar casi un kilógramo. El desarrollo de las conexiones neuronales se produce en respuesta directa a la estimulación externa y éste es el motivo por el cual las primeras experiencias son determinantes en el desarrollo futuro de los niños. Se establecen unas conexiones neuronales y no otras. Se estimulan unas habilidades y no otras. Posteriormente -alrededor de los seis años de edad- se producirá la primera poda neuronal, que especializará el cerebro en función del entorno en el cual se ha desarrollado, elimando amplias zonas de conexiones poco utilizadas. Ahí tenemos una muestra de la plasticidad y adaptabilidad del cerebro y, por ende, de nuestra especie. Ver televisión estimula las áreas visuales y auditivas del cerebro, mientras que las áreas que se utilizan para la comprensión del lenguaje y la comunicación, el aprendizaje, el pensamiento, la memorización, la expresión de la personalidad y el ajuste del comportamiento social permanecerán más inactivas o poco estimuladas. La televisión hace todo el trabajo por los bebés, impidiendo la suficiente activación de sus habilidades innatas. Si el cerebro infantil realiza una media de medio millón de nuevas conexiones neuronales por minuto, las experiencias de esa etapa determinarán los caminos neurales preferentes de funcionamiento cerebral. Si nuestros pequeños ven televisión, el cableado cerebral y las vías preferentes de funcionamiento serán unos y no otros. Prevalecerán unas especializaciones en lugar de otras.
No hay nada mejor para el cerebro de los niños pequeños que la interacción con los seres humanos en la vida real. El cerebro se desarrolla respondiendo de forma directa a la estimulación externa. Cuando la televisión está encendida, las interacciones verbales y emocionales con los padres o cuidadores disminuyen drásticamente, como vengo recordando a lo largo de este artículo.
¿Qué podemos hacer en lugar de tener a nuestros hijos viendo televisión si tenemos tareas que realizar?
Ahora que conocemos algunas de las evidencias científicas que desaconsejan que los menores de dos años vean la televisión, no podemos seguir exponiéndoles a algo potencialmente dañino. Lo más recomendable será implicarlos en nuestras actividades cotidianas. Podemos explicarles lo que hacemos, hacerles preguntas, reírnos con ellos, ir haciendo comentarios diversos, hacerles fijarse en cuestiones que puedan ser de interés para ellos: colores, texturas, sonidos,… o bien hacerlos participar directamente en nuestras tareas, hacerles hacer cosas que ellos puedan hacer o imitar mientras juegan. Un ejemplo, sería permitirles que nos ayuden en la cocina, con utensilios que no sean peligrosos para ellos.
Más allá de los dos años: el contexto en el que ven la televisión o las pantallas. Tal como he comentado, unos contenidos estimulan los aprendizajes e inciden positivamente en el comportamiento, otros estimulan la agresividad y aumentan los problemas de atención. El contexto en el que ven la televisión también es fundamental en las consecuencias que tengan en los menores. Ver la televisión con los padres o cuidadores, con un atento acompañamiento, puede aumentar las ventajas y mitigar las desventajas. Los adultos podemos aprovechar cualquier emisión para hacer comentarios sobre lo que vemos. De esta forma, podemos trasmitir valores, educar respecto a lo que es adecuado o no, hacer observar las consecuencias de ciertas acciones o conductas, los recursos utilizados por los personajes, etc.
Consecuencias de inadecuadas prácticas educativas, como el exceso de tiempo ante diversas pantallas. Las investigaciones del Dr. Dimitris Christakis indican que el 50% de los niños que fueron expuestos a un exceso de pantallas, a su entrada en educación infantil, tienen carencias en habilidades básicas. Ver televisión a edades tempranas está asociado a problemas de atención, retrasos a nivel cognitivo, desarrollo de la obesidad y es perjudicial para el desarrollo cerebral de los bebés. A corto plazo, se presentan problemas en el desarrollo del lenguaje expresivo y también problemas para conciliar el sueño.
Pediatras y medios de comunicación. La AAP pone en evidencia que solo un 15% de los pediatras orientan a las familias en el uso de los medios de comunicación audiovisuales. Una mayor colaboración al respecto podría mejorar los usos del tiempo en la vida familiar. Los medios de comunicación también deberían hacerse eco de una saludable utilización de los medios y, específicamente, de la televisión. En educación, todos tenemos un papel fundamental que desempeñar. En agosto de 2009 la autoridad de la radiotelevisión francesa prohibió la televisión dirigida a menores de tres años, por su influencia negativa en el desarrollo de los menores. Los psicólogos franceses habían alertado de que ver televisión antes de los tres años perjudica el desarrollo de los menores y de que plantea un número elevado de riesgos, como el fomento de la pasividad, el desarrollo más lento del lenguaje, el aumento de la excitabilidad, problemas con el sueño y la concentración, así como la dependencia de las pantallas.
En conclusión. Es recomendable analizar a fondo los usos que hacemos en nuestros hogares de la televisión y las pantallas. Respecto al tiempo, ya sabemos que antes de los dos años los niños y niñas no deberían interaccionar con pantallas. A partir de esa edad limitar el tiempo a media hora diaria y a partir de los seis años, limitar el tiempo a una hora de pantallas. Si los niños ven hasta 10 horas semanales de televisión, no se producen consecuencias negativas en su desarrollo y aprendizajes. Más de diez horas de exposición suponen un tipo de desarrollo y no otro y su rendimiento académico desciende. Si la exposición a pantallas es peligrosamente alta, las consecuencias serán aún más graves. La televisión y las pantallas también pueden ser educativas, depende del uso que se haga de ellas. Es aquí donde nosotros, padres, familiares y educadores, debemos y podemos mediar.
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