sábado, 13 de junio de 2009

Que nos llamen por nuestro nombre y nos demuestren que les importamos

 
La contra de La Vanguardia de hoy día 13 de junio me ha sonado a gloria. No porque hable del suicidio y de los que se suicidan, si no porque recuerda cosas que ayudan al ser humano a sentirse eso: UN SER HUMANO.



Sólo unas palabras, reconocer al otro.... y cooperar. Eso es amor e inteligencia. Y vuelvo a la pregunta que a mí en estos tiempos más me resuena: ¿a qué intereses puede convenir que ciertos mecanismos humanos y naturales estén desactivados cuando son básicos e imprescindibles para la vida y la salud? ¿Puede tener que ver con que son GRATIS, están al alcance de todos y nos satisfacen profundamente?

Menciona que la palabra es el mejor remedio contra el suicidio. Puede hacer que la vida sea un lugar mejor, utilizada con la finalidad más elevada. A continuación se refiere a llamar al otro por su nombre –¡a reconocerlo!-, demostrando que importa y nos importa. Por último destaca, para mí, su referencia a cooperar para prevenir y ayudar: todos y en todos los ámbitos. ¿No es aquello que cualquier persona necesita para su vida? ¿No es aquello que haría que nuestras sociedades fueran más humanas en cualquier ámbito?.

Vivimos con los otros, compartimos muchos momentos, pero la calidad de las relaciones que se establecen en sociedades mercantilistas es baja y superficial. Menciona la cooperación, y no puedo evitar pensar en aquello que estoy observando a mi alrededor: el aislamiento interior de los individuos. Subidos en nuestras atalayas de seguridad que, de repente, un día buen día pueden desaparecer o se deterioran lentamente, mientras nos aferramos a mantenerlas en pie. Y un día te das cuenta de que te caíste de tu atalaya, pues no hay atalaya segura que te libre de todo mal. Y piensas en tu vida, que dejaste transcurrir a tu lado mientras te dedicabas a construir una torre de marfil en la que encerrarte.

Este paseo por los conceptos pretende ser un viaje, para mirar más allá de la inmediatez. Si tienes tu atalaya, en la que te sientes tan segur@: ¿qué atalaya interior, que te permita observar la vida, podrías estar construyendo y además compartiendo con otros para llegar a lo más alto de ti?. Podemos contribuir a construir un mundo que albergue a todos los seres. Tejido con los lazos del amor profundo: hacia los nuestros, hacia todas las personas que nos rodean y comparten este espacio de vida. Es posible construir un mundo que también albergue nuestras almas, permitiendo que la gracia del ser de cada uno se manifieste. Para ello, contamos con mecanismos bien simples, que no dependen de la economía: aceptar, reconocer al otro, mirar profundamente a los ojos,.... y amar profundamente lo que es, lo que somos.
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Adjunto extracto de los apartados de la entrevista que me han llamado la atención y el enlace a La contra, donde podreis leer la entrevista del día de hoy.



Carmen Tejedor, psiquiatra; dirige el programa de prevención del suicidio del Eixample
"Yo nunca he encontrado libertad en un suicida"
Tengo 66 años. Aún sigo la reivindicación solidaria del 68. Cuando podemos hablar de algo, también empezamos a controlarlo; por eso el mejor remedio contra el suicidio es la palabra. Cada día llegan suicidas a mi consulta: si todos cooperamos, podríamos reducir su número.
LLUÍS AMIGUET - 13/06/2009
Si veo a un suicida a punto de lanzarse al vacío, ¿qué hago?
Para empezar, no demuestre nervios ni precipitación e intente buscar ayuda. ... ... Con naturalidad y calma, trate de hacerle hablar con respeto y tacto, encontrando el tono adecuado, preguntándole por su nombre por qué está actuando así.
Por ejemplo... "Bueno, vale, Lluís, entiendo que se siente muy mal, explíqueme por qué está aquí...". ... Debe intentar rebajar dramatismo; aplazar el acto, pero no se enfrente a él ni trate de
predicarle, y llámele por su nombre.
El retorno de la dignidad. Por eso hay que afirmarle la identidad al suicida llamándole por su nombre y demostrándole que nos importa; que es alguien para nosotros y que su vida es necesaria.
"No puedo explicarle lo que me pasa". Inténtelo: vamos, en cuanto somos capaces de verbalizar un sentimiento, un deseo, un impulso, ya estamos empezando a controlarlo. Y lo mismo sucede con los intentos de autodestrucción y el suicidio.
Quien mucho avisa no se mata. Falso: quien mucho habla de suicidio es quien acaba cometiéndolo. Hablar de quitarse la vida es un indicador de riesgo: tómeselo en serio.
Bueno, los suicidas son ínfima minoría. El 10 por ciento de nuestra población ha pensado en poner fin a su vida alguna vez y el 1,5 por ciento lo ha intentado, pero es muy difícil dar estadísticas fiables, porque el suicidio se suele encubrir.
¿Suicidarse no es nunca un acto libre? Yo nunca he encontrado libertad en el suicida: siempre eran víctimas de un estado anímico alterado que no les permitía decidir libremente
¿Como en la anomia de Durkheim? La falta de referencias, de sentirte de un grupo, te hace más vulnerable a las depresiones, y en ese sentido será interesante comprobar si las redes sociales digitales nos protegen de esa soledad anómica.
Por ejemplo... Los cinco factores que favorecen el suicidio son el trastorno mental; los pensamientos o ideas suicidas tras intentos previos; una enfermedad somática crónica; el desarraigo social, o impactos externos que rompen el equilibrio emocional del suicida.
¿Hablar del suicidio lo propicia? Ocultarlo lo propicia. En cambio, una actitud social proactiva ante el suicidio lo reduce. La prueba es nuestro programa de intervención en la Dreta de l´Eixample, que ha logrado reducir un 66 por ciento las repeticiones de intentos suicidas.
¿Cómo? Haciendo que, además de los médicos, todo el barrio participe en prevenir el suicidio: residencias geriátricas, servicios sociales, escuelas, asociaciones de vecinos, bomberos, policías...
Poca inversión con mucho resultado. Es un modelo que ahora implementarán en otras comunidades.
"Yo nunca he encontrado libertad en un suicida"
Ellos, primero
El derecho a decidir la propia muerte es mejor cedérselo graciosamente a quienes nos hacen la vida imposible. Se me ocurre como antídoto contra la glorificación del suicidio amoroso que impregna nuestra cultura desde Calixto y Melibea hasta los amantes de Teruel - "tonta ella y tonto él", que apostillaban las comadres sabias-o al nihilista de los Sex Pistols. La doctora también tipifica el suicidio balance - el que se decide frente a una dolencia terminal-como una decisión no muy libre sino muy enferma, y esa opinión - desde su posición en absoluto religiosa-es digna de una buena polémica. La doctora Tejedor asegura que del suicidio - como testimonian los suicidas frustrados-siempre te arrepientes.

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